Energía, Ambiente y Políticas de Estado

En noviembre de 2007 Brasil anunció el hallazgo de un gran yacimiento de hidrocarburos en la cuenca offshore de Tupí, ubicada frente a la costa de Río de Janeiro. Las reservas estimadas de este yacimiento desarrollado por Petrobras, oscilan entre los 5 y los 9 billones de barriles de crudo liviano. En el momento de anunciar el descubrimiento, las proyecciones colocaban a Brasil como un emergente país productor de petróleo, reduciendo su histórica dependencia de la energía importada, sea desde los países vecinos de Sudamérica, sea desde otras latitudes.

El yacimiento se encuentra encapsulado bajo domos de sal en algunos casos a 2.500 metros por debajo del lecho marino en las aguas de por sí profundas del mar a unos 300 Km. de la costa carioca. Extraer el crudo es en si mismo un enorme desafío tecnológico con elevados costos hundidos e inversiones en equipos específicos, plataformas y recursos humanos. La plataforma utilizada para explotar los primeros pozos productores, el P51, tuvo un costo de construcción superior a los 800 millones de dólares. La primera perforación en el campo Tupí se realizó con una inversión de 230 millones de dólares, llevando mas de un año completarla.

Las noticias del hallazgo dispararon en nuestro país la previsible ronda de comparaciones cuasi futboleras entre los dos países en materia de política energética y capacidad tecnológica/empresaria. Las comparaciones estuvieron teñidas de una poco disimulada envidia entre periodistas y analistas, ante un nuevo escenario de auto abastecimiento brasileño en franco contraste con el sombrío panorama energético que enfrenta nuestro país.

Los comentarios esbozados en aquel momento y reiterados ahora, en momentos en los cuales comienza la producción brasileña, refleja la poca familiaridad con la historia y antecedentes de Petrobras en materia de exploración y producción en aguas profundas, junto al desconocimiento de las políticas de largo aliento adoptados por Brasil en materia de energía a lo largo de casi cuatro décadas, desde que se iniciaron los primeros ensayos de perforación en aguas profundas.

Brasil, desde los primeros años de la década del setenta, en plena crisis energética global, encaró una política de desarrollar por un lado una pujante industria de biocombustibles, mientras que por otro, invirtió en investigación y desarrollo de las tecnologías de extracción off shore. Los resultados de estas políticas  de estado, inspiradas en una concepción estratégica, están a la vista. Hoy Brasil es un país líder en la producción de bioetanol de caña de azúcar, y avanza con firmeza en la producción de biodiesel. Petrobras es un líder mundial indiscutido y reconocido en la tecnología de aguas profundas, además de ser una de las empresas de mayor peso en las Americas, medido por su capitalización en los mercados financieros. Cuenta con un departamento de investigación con alrededor de 2000 personas avocadas al desarrollo de tecnologías de perforación en aguas profundas, interpretación sísmica, además del empeño puesto en el campo de los biocombustibles y energías alternativas.

El comentario no pretende hacer una loa de Petrobrás. Sus logros, sin desconocer la capacidad de gestión empresaria de una empresa en la cual el estado participa con seriedad y sin el nivel de intromisión política tan comunes en otras empresas estatales, son la consecuencia de políticas públicas de largo plazo, respaldados por los compromisos financieros e inversiones imprescindibles para tornarlas reales. Brasil y sus empresas hoy cosechan los frutos de ese esfuerzo y la constancia en una visión estratégica de país. La comparación con las marchas y contramarchas en nuestra Argentina, privatización si, privatización no, YPF del Estado, YPF privado, Repsol-YPF, Repsol, ENARSA, no son nada favorables. Los resultados están lamentablemente a la vista. La única verdad es la realidad.         

Cordiales saludos

Juan Rodrigo Walsh