EDITORIAL


Paro Agropecuario, “sojización” modelo económico y sustentabilidad


El país entró en un conflicto sin precedentes a partir de la decisión de la administración nacional de incrementar los derechos de exportación a las principales oleaginosas que produce Argentina, el girasol y la soja. Esta decisión de aumentar las retenciones con un esquema de movilidad en la alícuota enganchada con los precios internacionales, en forma similar a la que se ha aplicado a las exportaciones de crudo, desató un conflicto que, por su virulencia y profundidad, tomó por sorpresa a casi todos los involucrados, incluyendo al estado y a los propios gremios del campo.

No nos caben dudas de que el conflicto encierra razones mucho más profundas que el mero aumento en la alícuota en las retenciones. El fenómeno ha sido, sin lugar a dudas, la gota que colmó la paciencia del sector rural, hastiado de un trato a todas luces discriminatorio y que delata un encono cerril de ciertos sectores de la actual administración hacia el campo, percibido como un sector oligárquico y tradicionalista.

Entrar a analizar en detalle las razones sociológicas o históricas que subyacen esta vieja dicotomía entre la “Argentina rural” y la “Argentina del conurbano” y las proyecciones que estas viejas concepciones tienen para la política económica y agropecuaria actual es una tarea que excede este espacio. A nuestro juicio la lectura que predomina en muchos ámbitos de la administración y del poder político, esta teñida por esta vieja visión, tan arraigada en el ADN de nuestra cultura de contraponer las lógicas de los espacios urbanos con las idiosincrasias del interior, allegado a lo rural.

Para despejar estas antinomias, hemos querido compartir una serie de contribuciones del Ing. Pablo Adreani, especialista en cuestiones agropecuarias, con una larga trayectoria y experiencia en la materia.
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Nos llama la atención que la disputa entre la Argentina “agropecuaria-agroindustrial”, por decirlo de algún modo, y la Argentina “industrial”, se viene a plantear en términos de su sustentabilidad, con la satanización de la soja como el cultivo responsable, no solo de la coyuntura que hace indispensable la imposición de retenciones a las exportaciones, sino de la perdida de la biodiversidad en gran parte de nuestro país.

La expansión de las fronteras agrícolas es un hecho incontrovertible en los últimos años. En gran medida el fenómeno ha sido el producto de los inéditos precios internacionales a causa de la sostenida demanda global. Esto en lo económico. Ahora bien, en lo político, ¿No es acaso el ordenamiento del territorio una herramienta clave para la política ambiental, de acuerdo a lo establecido en la Ley 25.675? Porque, en lugar de denostar y demonizar a la soja, no se hace la autocrítica indispensable respecto de la falta de voluntad a lo largo de años y de gobiernos de diferentes signos políticos, de diseñar y poner en marcha un modelo de uso del suelo que contemple la variable ambiental en serio.

Estas deberían ser las discusiones de fondo que requiere la Republica Argentina, sea de perfil rural o urbano, en lugar de las imputaciones infundadas y los discursos de barricada, nostálgicos de un pasado que, amen de ser muy lejano al idilio soñado en algún momento, nos impide mirar hacia adelante y la posibilidad de, una vez mas, perder el tren de la historia, encerrados en nuestra obsesión con descifrar el pasado.

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Cordiales saludos,

Juan Rodrigo Walsh 


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