EDITORIAL


Comienza un nuevo año con una economía local en franco crecimiento, pese a los nubarrones que se presentan en los mercados financieros globales. Hay noticias alentadoras en materia ambiental, como es la conformación de un grupo de trabajo entre la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma para plantear una política de largo plazo en materia de residuos sólidos urbanos para el área metropolitana. En hora buena que la “cuestión de la basura” sea asumida por los responsables y decisores públicos de ambas jurisdicciones con la entidad y trascendencia que merece, luego de tantos años de virtualmente barrer el problema bajo de la alfombra (o al menos hasta después de la conclusión del mandato de los respectivos gobernantes). Tomar el toro por las astas y adoptar políticas proactivas en materia ambiental es una necesidad para el país, a la luz de su crecimiento y posibilidades de inserción en la economía regional y global.

Resta aún mucho por hacer, sin embargo: La crisis energética y la necesidad de diseñar una política que atraiga las inversiones imprescindibles, precisa avanzar mucho más en cuanto a su integración con la política ambiental. Hoy día, como lo ha señalado Fundación Vida Silvestre Argentina en sus recientes publicaciones ligados a la eficiencia energética, es vital hacer un uso racional de la energía, no solo frente a las restricciones y el alto costo de los combustibles fósiles, sino también de cara a la necesidad de aportar esfuerzos frente al desafío global del cambio climático. Aún cuando Argentina no sea un gran responsable en cuanto a sus emisiones de gases con efecto invernadero, ni se encuentre entre los países en vías de desarrollo con un perfil gravitante por el crecimiento sostenido y vertiginoso de sus emisiones (como es el caso de Brasil, India, China o Sudáfrica), hacer el nexo conceptual entre la política energética y la política ambiental debería ser una prioridad, no solo en términos éticos, sino también por razones eminentemente practicas. ¿Cómo sostendrá el crecimiento económico en el largo plazo, sin una matriz energética diversificada y confiable y con energía fósil en declinación? Salvo algún descubrimiento providencial de un mega-yacimiento, al estilo que tuvo Brasil el año pasado, que, a juzgar por los niveles y esfuerzos de inversión requeridos, no parece probable, la escasez de energía se tornará una seria limitación al crecimiento sostenible tan ansiado por nuestra gente. Por otra parte, si el resto del mundo se prepara para un contexto económico global con restricciones de carbono, ¿Por qué no anticiparse a los hechos y de paso tener un mejor posicionamiento en cuanto a tecnologías, “know-how” y capacidades técnicas? Es de esperar que los próximos años seamos testigos de serios esfuerzos en este sentido, ahora que existe conciencia sobre la crisis y la magnitud del problema.

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Juan Rodrigo Walsh 


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